Los salmos de Frank Castell

sábado, junio 28, 2014

Fuente: Claustrofobias

Luis Lexandel Pita

Este quinto libro de Frank Castell (Las Tunas 1976) –autor que ha cultivado también la décima y el ensayo, lo cual se nota en su estilo- Poco difiere, en su factura de los cinco que le preceden – El suave ruido de las sombras, Confesiones a la eternidad, Corazón de barco, y Final del día- obras todas ellas caracterizadas por el peso que la escritura tiene en el universo poético, a expensas de otros elementos.
Salmos oscuros la nueva entrega de este tunero es un libro de una belleza turbadora, tan excepcional como inolvidable, por las páginas de este libro pasan, Las aves que se manchan a un cielo gris, la distancia, el dolor, la tempestad, el viento, aguaceros y toda las formas de la lluvia, hay caballos, muchos caballos y galopadas, hay ciudades y calles y el dolor que nos hace más frágil, también hay gentes, algunos muy conocidos, otros menos todo compañeros de rutas. Hay barcos, agua, naufragios, barrios exóticos, la clara señal de Dios y las palabras de la gente que están en el camino ¨ Miro el malecón desde lejos y doblo a la derecha para arrancarme lo que sobra. Solo con mi patria a cuestas y el cielo atravesado en mi pupila¨ se refiere el poeta.
Salmos oscuros es un salto a la placidez, la inversión de una lógica inquietante. Como se refiere en algún poema. Frank Castell es un hombre que siempre procuró mantener largas conversaciones con su sombra al igual que David Herbert Richards Lawrence. Lo mejor de esta obra es su representación del mundo, de sus costumbres y su intimidad, mientras que el mensaje poético es más que una sugerencia, una invitación a interpretar las actitudes de la vida.
Sé que para Frank Castell escribir sobre la propia vida no es fácil. A escribir con fortuna me refiero. Es un privilegio de unos pocos. No es fácil conservar el corazón en calma a la hora de escribir de los lugares recónditos y los menos recónditos de la propia vida y menos todavía lo es no ocuparse en exceso de componer el gesto, la figura, y escribir con una elemental verdad, no de unos personajes que saltan por las tablas del teatro de la memoria, sino personas que igual de frágiles que sus semejantes, sus hermanos, sus hipócritas lectores, toman la pluma y escribe ¨ Odio los días sin morir./ Lejos de la página… ¨ con esa sencillez de quien habla con las palabras verdaderas.
Hay escritores que viven para contarlo y escritores que viven o vivimos porque escribimos, no por otra cosa, o al menos lo parece. Luego resulta que las cosas son siempre algo más confusas, más turbias, más aproximativas. De la misma manera que hay escritores que son aventureros pasivos y otros, que no son hombres de aventuras sino hombres de acción, vagabundos, esto es, gente que viven en el viaje, en la nada aunque este (o precisamente por eso) les conduzca al punto de partida << busco…esa distancia/ entre las grandes ciudades/ y mi desnuda patria. >>
Y es que leer a Frank Castell es a veces (y es mi criterio) enfrentarse a Ángel Escobar, porque sus poéticas es como una máquina literaria de crear interés, es decir su poesía (las de ambos) se pueden leer de una sola sentada, esa es mi definición quizás la más enloquecida y a la vez la más científica, pero sencillamente es mi tesis sobre un libro que en su conjunto ofrece cualidades de fijeza y en cierto modo de armonía que permiten al lector volver a plantearse el conflicto que supone la antítesis entre la vida y la muerte; y el contraste entre la fantasía poética y la sórdida, esta realidad explica el movimiento pendular entre optimismo y pesimismo de sus creaciones, y por último si hubiera que destacar un solo rasgo común a la poesía y a la persona Castell, sin embargo, este sería el dolor. El dolor es el elemento que impregna todos sus escritos, ya de modo subyacente, ya emergiendo a la superficie; el dolor en todos sus aspectos: pasional, filial, insular, el dolor a la verdad y la justicia que es su poesía, en último término lo que rige su vida. Esa búsqueda poética que le hace avanzar siempre en pos de una mayor autenticidad, entrega y perfección -adecuación- en su obra, donde continuamente, con desbordante generosidad, hace presentes a los demás poetas de su generación.

Matanzas, verano de un día de 2014

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